Edgar Mitchell falleció el 4 de febrero y ahora ya solo quedan 7 seres vivos que han pisado otro mundo. Los últimos moonwalkers.
A Jim Irwin se lo llevó un ataque al corazón en 1991. A Alan Shepard, el maldito cáncer en 1998. A Pete Conrad, un accidente de moto en 1999. A Neil Armstrong, unas complicaciones con el bypass en 2012. Edgar Mitchell, como decíamos, nos dejó el mes pasado. Hoy solo quedan en la tierra 7 últimos moonwalkers, todos octogenarios, que una vez pisaron la Luna. Testigos y partícipes de una gloriosa era espacial que hoy parece ciencia ficción.
Mucha gente vive pensando que hemos ido a la Luna una única vez, en el viaje del Apolo 11. Este es sin duda el origen de todas esas teorías que aseguran que aquella epopeya fue una farsa, un montaje, la mentira más grande de la historia de la Humanidad. Los apoloescépticos defienden que son unas grabaciones de estudio dirigidas por Stanley Kubrick y que se difundieron para que Estados Unidos venciera la carrera espacial.
En esos casos, en los que por falta de investigación o por desinterés se cree que tan solo tuvo lugar un viaje lunar, es comprensible esta postura. Realmente, viajar a nuestro satélite en solo una ocasión no tendría ningún sentido. Hubiera sido muy logro muy extraño, un viaje sin planificación que hubiera salido bien a la primera.
Recientemente, sondas de varias naciones han fotografiado las huellas que dejaron los humanos en las misiones a la Luna, dando el carpetazo definitivo al asunto. Se pueden examinar con detalle en el siguiente enlace: www.google.com/moon/
9 misiones a la Luna, 3 sin alunizar.
Explicar en unas líneas el proyecto más ambicioso del siglo XX, el Programa Apolo, no es nada sencillo, pero lo resumiremos en un relato siguiendo un orden cronológico y haciendo hincapié en las misiones clave.
Nuestro punto de partida es el Apolo 8, en 1968. En esta misión, Borman, Lovell y Anders fueron los primeros seres humanos en abandonar la influencia terrestre y orbitar la Luna. Ya en el Apolo 10, de mayo de 1969, Cernan y Stafford se separaron de la nave principal y descendieron en el módulo lunar hasta detenerse a tan solo 14 kilómetros de la superficie. Cernan pisaría su superficie 3 años después, pero Stafford nunca lo haría. Estamos seguros de que, como comandante, estuvo tentado de desobedecer a aquellas voces que crepitaban a 400.000 kms y a buen seguro lo hubiera hecho si hubiera tenido la certeza de que jamás pondría sus pies en el polvo lunar.
Por fin, el 21 de julio de 1969, Neil Armstrong y Buzz Aldrin pisaron la Luna durante la misión Apolo 11 mientras Michael Collins se quedaba en órbita al mando de la nave principal.
Durante los 3 años siguientes hubo 5 alunizajes más (Apolo 12, Apolo 14, 15, 16 y 17) La misión con el funesto número 13, que no alunizó, es sorprendentemente más famosa que las anteriores porque durante la inyección translunar hubo una explosión en el módulo de servicio y sus tres ocupantes, Lovell, Haise y Swigert estuvieron a punto de perder la vida (una película de Ron Howard relata perfectamente la misión). Sin duda, las malas noticias atraen la atención mediática
Los recortes de presupuesto y la falta de interés, tanto por parte del gran público como por la comunidad científica (en la Luna no había nada más que investigar), forzaron la paralización del programa y la cancelación de las misiones Apolo 18, 19 y 20 (que iban a extender las misiones hasta 1975).
De esta forma, algunos astronautas tan implicados en el proyecto Apolo como el propio Haise, Roosa, Lovell (que orbitó la Luna en dos ocasiones sin pisarla), Gordon, Mattingly o Engle (que fue sustituido en el último momento en la misión Apolo 17) jamás pisaron la superficie lunar. Debió de ser tremendamente frustrante. Pero en todos los grandes proyectos, hay gente afortunada y gente que no lo es tanto. En otras palabras, para hacer una tortilla tienes que romper algunos huevos, o una mejor analogía para este caso: hay que elegir los huevos apropiados, desechando otros.
Cifras descomunales
Y para hacernos una idea de la magnitud de este proyecto hay que hablar de cifras. Werner Von Braun fue el ingeniero del Satuno V, un cohete de 110 metros de altura (como un edificio de 35 plantas) que pesaba en el momento del despegue 2800 toneladas. 28 veces 100 coches utilitarios. De toda esa monstruosa estructura, tan solo regresaba a la Tierra la cápsula de mando con los tres astronautas a bordo, con un peso de 5 toneladas, lo que viene siendo un 0,2% de la masa total durante el lanzamiento.
La NASA se comió el 5% del presupuesto federal de Estados Unidos durante la década de los 60 y en total, el programa Apolo costó unos 100.000 millones de dólares de hoy en día (cifra ajustada a la inflación). Se necesito la implicación en forma de trabajo, directo o indirecto, de medio millón de personas para que finalmente el sueño de Kennedy se cumpliera.
Una aventura más allá de la especie
Los 12 afortunados que pisaron la Luna dejaron sus huellas en terrenos que no habían sido molestados por el viento, ni por agua, ni por microorganismos… en millones de años, desde la formación del sistema solar.
Alzaron su mirada y allí arriba, en el negro firmamento, veían la madre Tierra observándoles con envidia. Suponemos que se sentirían en una especie de sueño, en un decorado, incapaces de asimilar que lo único que los unía con su planeta era es atmósfera artificial recreada en el interior de los trajes. Esa mezcla nitrógeno y oxígeno originaria de la Tierra, comprimida y transportada, era el elemento clave que los mantenía con vida allí, a 400.000 kms de su casa.
En las misiones de tipo J, con la astronave preparada para aguantar hasta 14 días y con el añadido del famoso Rover, los astronautas se alejaron de la seguridad del módulo lunar hasta 7,5 kms. Imaginaos la sensación de estar completamente a merced de la tecnología, donde el Rover Lunar puede averiarse, el traje rasgarse, que no funcionen los propergoles del modulo lunar a la hora del despegue, errar en el acoplamiento con el modulo de servicio, fallar en la salida de la órbita lunar… y finalmente, que suceda algo fatal durante la reentrada en la atmósfera terrestre. En la misión Apolo XVII, a más de 7 kms del módulo lunar, con el cual llegaron incluso a perder contacto visual, los dos últimos moonwalkers estaban en manos del destino.
Todos aquellos valerosos héroes echaron un último vistazo a la gris llanura pensando que era muy improbable que volvieran a visitar aquel lugar tan desolado. Lo que no se hubieran imaginado Cernan, Schmitt y Evans (Apolo XVII) en su viaje de regreso a la Tierra es que durante los 44 años siguientes (y por desgracia, también durante la próxima década venidera) ningún ser humano volvería a abandonar la órbita del planeta.
Tras aquella experiencia, es normal que muchos perdieran los estribos, cayeran en el alcoholismo o se dedicaran a la pseudociencia. Tan solo Shepard pareció serenarse tras el viaje a la Luna y ha sido el único que ha confesado que lloró como un niño en la superficie.
Terminamos con la recomendación de la serie de TV presentada por Tom Hanks «De la Tierra a la Luna» ganadora del Globo de Oro a mejor serie de TV en 1998. Tiene 12 episodios y es todo un ensayo sobre la grandeza.
Y desde Ebocame les mandamos un saludo a los 7 últimos moonwalkers, que amaron su trabajo, y arriesgaron su vida por llevar a la especie humana a una nueva frontera.