Desde nuestro punto de vista, el puesto de trabajo comienza el mismo día de la entrevista, se trata de un día no remunerado en el que debes saber venderte bien, demostrar lo claras que tienes las ideas, aparentar no estar chiflado y no parecer demasiado ambicioso ni poco proactivo.Llegas a la sala de espera de recursos humanos y comienzas a examinar a los otros contricantes: ves a una chica joven sentada enfrente con algo de nervios, a un señor que ha pasado los cuarenta que aparenta desinterés, a un veinteañero con pinta de desarraigado y a una mujer que parece desesperada por conseguir el empleo. Tras analizar a los rivales miras tu americana recién planchada y tus mocasines relucientes y crees tener la victoria en tu mano, tienes el poder… Además, has preparado muy bien las respuestas y esquematizado mentalmente tu curriculum… No se te escapa nada.
Y entonces llega tu turno, te levantas al toque de corneta, avanzas a paso firme, saludas con una sonrisa y concentrado en controlar la fuerza de la mano, no apretar poco ni demasiado. Toda la actuación, al entrada y la primera impresión han sido perfectas. Sin embargo… en la primera pregunta se te derrumba la torre de naipes sin remedio.
¿Cuántas palas de nieve se vendieron en Estados Unidos el año pasado? Justifique su respuesta señor… señor… (te has quedado tan perplejo que ni siquiera aciertas a decirle tu nombre al entrevistador, ¡oh dios!, se te ha olvidado presentarte…)
Ya tenemos el lío montado… Continuará
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