Más de 2000 toneladas de peso y 2 millones y medio de piezas móviles comienzan su largo viaje hacia la órbita terrestre. El transbordador espacial Atlantis surca el cielo de Florida rumbo a la estación espacial internacional impulsado por los dos aceleradores SRB y sus tres motores principales. Pronto romperá la barrera del sonido… Son las 14:29 del 16 de noviembre de 2009 y 6 astronautas están a punto de traspasar la frontera del espacio.
Pero no… volvamos al principio, al 24 de mayo de 2009, cuando ese mismo orbitador aterrizaba en la base Edwards, California, tras haber realizado la última misión de servicio al telescopio Hubble (STS-125), el legendario telescopio que ha cambiado la forma en la que vemos el universo que nos rodea en sus más de 25 años de servicio.
Entonces daba comienzo un laborioso trabajo para volver a poner en órbita esta magnífica aeronave.
El Atlantis primero tuvo que enfriarse porque la fricción de la reentrada había provocado que sus losetas alcanzasen altísimas temperaturas. A continuación, varios equipos de personas se aproximaron y revisaron que no quedaran restos de ningún combustible: hidrógeno, hidracina, amoniaco, etc. Una vez se determinó que todo estaba limpio de tóxicos, un cirujano de vuelo accedió al transbordador para chequear la salud de los 7 astronautas (Altman, Johnson, Good, McArthur, Grunsfeld, Massimino y Feustel) antes de desembarcar. Una vez libre de tripulación, equipos de ingenieros se encargaron, por medio de grúas, de apartar el valioso artilugio espacial de la pista.
En condiciones normales se hubieran llevado al Atlantis directamente al Orbital Processing Facility, pero en este caso, al igual que en alrededor del 50% de los aterrizajes del Space Shuttle, debemos recordar que estamos en Edwards, así que hubo que cargar la nave espacial a lomos de un Boeing 747 modificado para llevarlo hasta el Kennedy Space Center, en la otra punta del país, a Florida.
Días después, tras aterrizar en Cabo Cañaveral, el Atlantis pudo entrar por fin en OPF-1 para prepararse para su futuro vuelo de noviembre. Normalmente, las lanzaderas pasaban más de 100 jornadas en OPF, aunque el récord lo tiene el propio Atlantis cuando entre su vuelo STS 51-J y su vuelo STS 61-B transcurrieron tan solo 54 jornadas.
En OPF se llevaban a cabo un sinfín de procesos y ante la imposibilidad de acceder a esa información relacionada con la misión STS-129 vamos a contar algunos de los pasos de forma general.
Todo comenzaba con el vaciado la bodega de carga, que solía tener restos y residuos de la misión previa. Una parte delicada era la de retirar los tres motores principales (los SSME) para prepararlos para futuros lanzamientos. También se vaciaban los depósitos de combustible de los propulsores de órbita (OMS), se vaciaban el sistema de oxígeno y el de agua potable.
Acto seguido se realizaba una investigación y un testeo exhaustivo de todas las partes del transbordador. Se revisaba todo el escudo térmico, en busca de losetas cerámicas dañadas, y se sustituían las que no estaban en perfectas condiciones. Ingenieros cualificados examinaban cada milímetro de la panza del orbiter buscando abrasiones excesivas o fracturas de las delicadas losetas.
Tenéis que tener en cuenta que durante más de 3 meses, equipos de decenas de ingenieros, técnicos y especialistas se encargan a diario de poner a punto la nave «reutilizable» para que está pudiera volver a alcanzar el espacio con la seguridad necesaria para los astronautas y las valiosas cargas.
Después de OPF el orbitador estaba listo, pero faltaban los SRB y el ET (external tank), que se unían entre sí en el interior del VAB (Vehicle Assembly Building). Los SRB llegaban desde el lejano estado de Utah en ferrocarril. El ET, por su parte venía en barcaza desde la vecina Lousiana.
Una vez se disponía de los 4 elementos del STS listos para ensamblar se procedía a unirlos en sus 5 puntos principales por medio de grúas que eran capaces de levantar hasta 300 toneladas. Primero se colocaban los SRB sobre la plataforma de lanzamiento móvil, a continuación se colocaba el ET (el gigante depósito naranja) y luego se adhería el orbitador. Todo el conjunto descansaba sobre el MLP (Mobile Launch Plataform).
Ha sido imposible encontrar el vídeo del montaje del STS-129 pero disponemos de un timelapse del montaje del STS-135, también misión a cargo del Atlantis y a su vez la última del programa STS.
Como veis, llevamos ya mucho trabajo a las espaldas. Miles de personas, grúas, barcos, trenes, camiones, un Boeing 747 y otras herramientas han participado hasta el momento para ir preparando la lanzadera espacial, pero ahora hace falta transportarla hasta la plataforma de lanzamiento, que está a casi 6 kms de distancia del VAB.
Para ello, el conjunto de orbitador, SRB y ET montado sobre la MLP se colocaba sobre un transporte oruga que tardaba la friolera de 8 horas en llegar a su destino. Hay que tener en cuenta que semejante armatoste pesaba entonces casi 7000 toneladas (el MLP, el transporte oruga y la lanzadera espacial). Decenas de empleados vigilaban todo este proceso para que el traslado fuese llevado a cabo a la perfección. A continuación, el timelapse del rollout desde el VAB a la 39A de la misión STS-129.
Cuando la MLP llegaba a la 39A o 39B (hasta 2007), el transporte oruga se retiraba y dejaba la MLP descansando sobre 6 columnas. El Columbia, el Challenger, el Endeavour, el Discovery o el Atlantis ya apuntaban con su morro negro al espacio. Desde la torre de servicio se cargaban las cargas útiles para LEO (órbita baja de la Tierra) que no se habían introducido en la bodega de carga durante la OPF. Después se conectaban los conductos que llenan los motores OMS, que son los que permiten maniobrar a la lanzadera en el vacío espacial. Por supuesto, también se cargaba el software concreto de la misión en los ordenadores GPC de la nave. Ingenieros informáticos eran los encargados de llevar a cabo esta tarea en particular.
También se colocaban los asientos y se realizaba la carga del oxígeno e hidrógeno de las células de combustible que dan electricidad a la aeronave y a su vez, agua potable tras el proceso de electrólisis. En la cabina se instalaban los asientos (6 en el caso de la STS-129) y se chequeaba que no hubiera ningún agente biológico en el aire.
……………
Y por fin, ha llegado el 16 de noviembre de 2009. Todo está listo para el lanzamiento pero faltan todavía 12 horas. El centro de lanzamiento del KSC será el responsable de todo hasta que el segundero llegue cero, momento en el que toma el control el Centro de Control de Houston, en la lejana Texas.
A falta de unas 5 horas para el lanzamiento se comienza a llenar el inmenso tanque naranja (ET) con hidrógeno y oxígeno líquidos, que están a temperaturas bajísimas y que se evaporarían si se realizase el llenado con demasiado tiempo de antelación. Es más, el brazo de carga de combustible estará de ahora en adelante continuamente llenando el depósito para que no baje el nivel de combustible. Solo segundos antes del lanzamiento cortará el llenado y se apartará.
Equipos de inspección examinan que no haya hielo en la torre de lanzamiento ni en la nave (las bajas temperaturas fueron las causantes del accidente del Challenger en 1986) y mientras tanto, otros pilotos simulan aterrizajes de emergencia en la pista del KSC por si el Shuttle fallara en el lanzamiento. A la par, los astronautas desayunan antes de colocarse los trajes ACES de color naranja, salvavidas en el caso de que la cabina sufriera una despresurización durante el despegue. Es entonces cuando montan en el Astrovan y parten hacia la torre de lanzamiento. El vídeo de estos instantes, a continuación.
Ya en la rampa 39A los auxiliares les ponen los pantalones anti g y los paracaídas. Esto se realiza en la habitación blanca y es el paso previo antes de acceder al orbitador, en donde se van distribuyendo los astronautas en las dos cubiertas. Cuatro astronautas en la cubierta superior (el comandante Charles Hobaugh y el piloto Wilmore en los asientos delanteros, Melvin y Bresnik detrás de ellos). Y dos en la cubierta media: Foreman y Satcher. Hay dos sitios más en la cubierta media y se emplearon, por ejemplo, en el vuelo del Challenger STS-61-A con 8 tripulantes a bordo, aunque en esta ocasión ni siquiera están presentes los asientos. Una vez allí, conectan a la nave los trajes ACES de todos los astronautas y se comienzan a chequear las comunicaciones. Podemos disfrutar de esos momentos en vídeo bajo estas líneas.
Como en apunte bonito vemos a Satcher sonreír y saludar a cámara como un niño pequeño ante el que fue su primer vuelo espacial ( a partir del min 1:03) Por contra, vemos a Bresnik visiblemente nervioso a partir del min 1:18 ante la misma tesitura: su primer viaje al espacio.
Tras ese cierre de la escotilla todo el personal se retira de la torre de lanzamiento y la lanzadera espacial comienza su preparación final. Las células de combustible regulan su temperatura y el ordenador se pone en configuración de lift off.
A 9 minutos para el lanzamiento se detiene la cuenta atrás y el Shuttle Launch Director contacta con todos controladores que vigilan los parámetros de la misión para ver si están listos. Ellos les responde con unos lacónicos go o no go. Rara vez se escucha un no go y se pronuncia solo en el caso de que haya algún problema (que puede ser temporal o echar al traste con toda la misión). Una vez superada esta fase, se reinicia el segundero y entonces, a falta de 7 minutos, se retira el brazo por el que han accedido a la nave los tripulantes (este brazo puede volver a colocarse en posición en poco más de 10 segundos en caso de emergencia).
A menos de 5 minutos se corta la carga del oxígeno líquido y a falta de 4 minutos se purgan los SSME (los motores principales de la lanzadera) con helio para evitar la presencia de oxígeno y evitar una posible explosión de los remanentes de hidrógeno. Esos mismo motores mueven sus toberas de izquierda a derecha a falta de 3 minutos y medio, momento en el cual la lanzadera pasa a potencia interna y las células de combustible mencionadas líneas arriba son las que toman la responsabilidad y proporcionan toda la energía eléctrica demandada por el orbiter.
Faltan 2 minutos y medio y entonces el brazo que suministra oxígeno líquido a las células de combustible se desconecta.
En esos momentos, los 6 astronautas: Hobaugh, Wilmore, Melvin, Bresnik, Foreman y Satcher esperan ansiosos el momento del despegue. Los segundos se hacen eternos. El trabajo de miles de personas está llegando a su punto culminante pero todo puede paralizarse por cualquier lectura de datos inesperada o algún parámetro extraño. Todo va perfecto pero todo pende de un hilo.
A falta de menos de 1 minuto para el lift off se desactivan los calefactores de las juntas de los SRB (los cohetes gemelos de color blanco que van a cada lado de la lanzadera). Hasta ahora los hemos tenido prácticamente olvidados pero durante el lanzamiento otorgan más del 70% de la potencia necesaria para llegar a alcanzar la órbita de la Tierra. A T-28 segundos se encienden las unidades de potencia de dichos cohetes.
Cuando quedan solo 16 segundos para el despegue ingentes cantidades de agua comienzan a brotar por debajo del orbitador y serán las encargadas de suprimir el infernal ruido provocado por los motores. Dichas ondas sonoras dañarían fatalmente el transbordador espacial, pero este ingenioso sistema las atenúa.
T-8 segundos: justo debajo de los motores los generadores de chispas son encendidos para quemar cualquier exceso de hidrógeno. Esas bolsas de gas podrían ser extremadamente peligrosas cuando los motores se enciendan. A falta de 6 segundos los SSME se encienden y dos segundos más tarde ya están casi el 100% de su empuje máximo. Sin embargo ellos solos no son capaces de mover un ápice el orbitador ya que tan solo proporcionan el 28% de la energía necesaria. El STS necesita de los cohetes de combustibles sólido para avanzar.
T-3 segundos: la secuencia de ignición de los cohetes gemelos (cohetes de combustible sólido o SRB) comienza y la misión ya no se puede abortar. Seguro que cuando la cuenta atrás traspasó este hito, los astronautas del STS-129 sonrieron a sabiendas de que el lanzamiento estaba asegurado. 6 afortunados son la cara visible de un trabajo que ha necesitado decenas de miles de horas, dedicación, formación y entrega de miles de brillantes profesionales que trabajan para la NASA. Durante el resto de la misión, los controladores de Houston velaran por sus seguridad observando con minuciosidad las pantallas de su ordenador durante 12 extensas jornadas, vigilando niveles, analizando datos, examinando vídeos y previendo posibles peligros para la reentrada (en el caso del accidente del Columbia (2003) ni siquiera gracias a este trabajo se pudo salvar a la tripulación) La exploración espacial siempre va a ser peligrosa y se manejan tantas variables que es imposible reducir el riesgo a cero..
T-0: un indescriptible bramido invade entonces todo Cabo Cañaveral y un temblor recorre los cuerpos de los intrépidos astronautas, que tienen su mente en la estación espacial e inevitablemente también algo de miedo al sobrevenirles las instantáneas del estallido del Challenger. Pero estas imágenes, que nos llevan de nuevo al principio del artículo, es mejor verlas directamente en vídeo que narrarlas.
Fuentes:
NASA. Su base de datos con todas las fotografías, vídeos de las misiones del shuttle tiene un valor incalculable.
Eureka de Daniel Marín: un estupendo blog sobre aeronáutica que contiene una infinidad de datos y artículos.
Wikipedia