Desde los albores de la exploración espacial, el sueño de la nave reutilizable ha sido perseguido por muchas naciones con el fin de abaratar los ingentes costes que suponen subir toneladas de material al espacio.
El shuttle, que podríamos considerar la primer nave reutilizable tripulada, no logró el objetivo porque era muy caro ponerla a punto para un lanzamiento y algunas partes como el external tank no eran reutilizables.
Ahora el mejor trabajo en el mundo de la aeronáutica en este campo no lo está realizando ninguna institución gubernamental; lo está haciendo una empresa privada: Spacex.
Esta empresa de Elon Musk es diferente en muchos aspectos y el que está siendo más noticiable en los últimos meses es el éxito que ha conseguido a la hora de aterrizar sus cohetes de 50 metros de altura. Los aterriza en barcazas en medio del océano, sobre una barcaza autónoma, y después de haber subido la carga hasta la órbita baja de la Tierra.
Se trata de una gran proeza en materia de ingeniera, pero lo que sorprende es que estos logros los está consiguiendo una empresa que nombra a sus cohetes Falcon por el Halcón Milenario, nombra a sus barcazas con curiosos nombres como Of Course I Still Love You (Por supuesto que todavía te quiero) o Just Read The Instructions (Simplemente lee las instrucciones) Ambos nombres que han salido de una novela del escritor de ciencia ficción M. Banks.
También hacen vídeos sobre sus misiones a ritmo de canciones de Incubus o tienen una enorme cápsula en el hall que se llena en cada lanzamiento/aterrizaje.
Una empresa innovadora que está ultimando ahora la Dragon, su futura cápsula tripulada.
Como vemos, la seriedad, la física y los cálculos son compatibles con la creatividad y una pizca de humor. Una empresa diferente que ya está pensando en misiones a Marte.
