Chris Froome es un apátrida, un nómada, acostumbrado a los largos viajes que cubre a fuerza de pedal. Su carrera como ciclista profesional comenzó en 2007, con el equipo Team Konica Minolta y continuó al año siguiente con el fichaje por equipo Barloword. En 2009 participó por primera vez en un Giro de Italia y quedó en una modesta posición: 36.
En 2010, ya en las filas del equipo Sky contrajo la bilharzia, una enfermedad provocada por un parásito. Probablemente se contagió de dicha dolencia en su Kenia natal, ya que es habitual en los países del continente africano. A comienzos de 2011 comenzó a sufrir dolores de cabeza y apatía, una fatiga que le impedía entrenar y rendir con sus compañeros de equipo. Tras estos síntomas y unas analíticas adversas, se le diagnóstico la bilharzia. Esta patología, aunque no es letal en la mayor 
parte de los casos, afecta al organismo en diversas vísceras. El tratamiento es muy fuerte y Chris Froome también reconoció que los días que le suministraban el medicamento para hacer frente a las larvas parasitarias no era capaz de hacer deporte. Una de las consecuencias de esta medicación es que se disminuye el flujo de glucosa en sangre, lo cual afecta a las capacidades aeróbicas por motivos lógicos.
Sin embargo, a pesar de esta enfermedad y la dura recuperación, Chris Froome no se rindió y regresó casi un año después, en septiembre de 2011 para quedar segundo en la Vuelta a España. Un segundo escalón del podio que marcó el inicio de un ciclista estelar. Al año siguiente consiguió de nuevo una segunda posición, esta vez en el Tour de Francia. A pesar de que la plata nunca tiene el sabor de la victoria siguió entrenando de forma constante y en 2013, por fin, se alzó con el triunfo en la ronda gala, vapuleando a rivales de entidad como Nairo Quintana o Alberto Contador con exhibiciones en Ax 3 Domaines y Mont Ventoux. Un ave fénix que resurgió de sus cenizas.
Os dejamos el vídeo de la etapa de Mont Ventoux 2013, con el fulgurante ascenso del británico.