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En algunos artículos hemos comentado que mimamos nuestro café, premiando la frescura y la calidad del producto antes que le beneficio económico. Para Eboca es muy importante que el sabor de los cafés de nuestras máquinas sea verdaderamente un elemento diferencial; los cafés de Eboca tienen valor añadido y nos enorgullecemos por ello.

Hoy os vamos a contar una curiosa historia que tuvo lugar a mediados del siglo XX y que demuestra de manera gráfica que el precio del café no lo es todo.

Dos empresas cafeteras a nivel estadounidense como Maxwell House o Folgers comenzaron a competir en una guerra de precios después de la II Guerra Mundial. Cada firma decidió comenzar a bajar sus tarifas; el problema fue que sus precios llegaron a alcanzar números ilógicos. Se trataba de vender más que la competencia pero no a través de una mejor publicidad, ni con un café de mejor calidad, ni tampoco empleando canales de distribución diferentes. El arma a utilizar era el precio.

Ambas empresas recortaron en gastos variables, en gastos fijos, en plantilla, y compraron cafés a países sin pasado cafetero etc. Tales recortes tuvieron consecuencias directas en la calidad del producto, el café que producían, que destacaba por tener un precio increíblemente barato, tenía un sabor horroroso. En esa tesitura aconteció algo inesperado que cambió para siempre el panorama del sector. ¿Qué creéis que sucedió en ese momento? Os lo contamos en el próximo artículo y sin duda a los amantes del café no os dejará indiferentes.

 

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